El tiempo en la materia
- Karla Silva
- 3 oct
- 1 Min. de lectura
El tiempo deja marcas en todo lo que toca, en todo lo que nos rodea vemos reflejado su paso por nuestras vidas. En mi práctica, trabajar con piedras naturales, vidrio, objetos recolectados o mallas metálicas es dialogar con esa memoria silenciosa que habita en los materiales. No son objetos neutros: cada fragmento guarda rastros de lo que fue, de lo que vivió, por donde pasó, el tiempo va transformando y dejando una impresión.
La energía es el hilo invisible que recorre mi obra. No solo me interesa la forma que adquiere la materia, sino lo que revela de ese flujo constante que no desaparece. Lo erosionado no es pérdida: es continuidad. Cada fragmento es una condensación de historia, un testigo de lo que ya pasó y, al mismo tiempo, una puerta hacia lo que vendrá.
En esta búsqueda me resuena la visión del científico Robert Lanza, quien con su teoría del biocentrismo plantea que la vida y la conciencia no son producto del universo, sino su origen. Esa idea me inspira a pensar que todo lo que tocamos —desde una piedra hasta la piel— es un archivo vivo de energía y conciencia, un pliegue en el que el tiempo se manifiesta.
Mis piezas nacen de reunir estos fragmentos dispersos. En cada uno, busco que la materia revele su memoria y que la energía se convierta en forma visible. Así, la obra no es solo objeto, sino un espacio donde pasado y presente dialogan, recordándonos que somos parte de un continuo: cuerpos, tierra, memoria y energía trenzados en una misma existencia.




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